El tiempo del cambio administrativo seccional llegó. Nuevas autoridades, electas el pasado 5 de febrero comenzarán a dirigir municipios, prefecturas, juntas parroquiales. Llegan para cumplir su plan de trabajo, el que muy pocos conocen en su totalidad, salvo unas cuantos e incompletos párrafos que aparecieron en una o dos hojas impresas entregadas en la campaña a los electores, y que hoy deben estar más que olvidadas.
Llegan a dirigir municipios, consejos provinciales, juntas parroquiales. Vienen con ofertas de obras. Porque para la gran mayoría de ciudadanos, aquellas, sean pequeñas o grandes, solucionen o no los problemas más importantes de la gente, de la comunidad, lo que sirve para calificar una gestión como buena o mala son las obras.
La indiferencia general del electorado frente a la administración política no permite juzgar el trabajo cumplido por las autoridades a las que eligió, tampoco analizar el plan de trabajo guardado en los archivos del CNT, conocer si se hizo realidad para la ciudad, el cantón o la provincia, o si no pasó de ser oferta incumplida, sobre la que nadie pide cuentas.
Porque más importante seería examinar cuánta de esa gestión se convirtió en principio de cambio presente y futuro para la ciudad. Conocer cuáles de “esas obras” respondieron a lo que, en el caso de Ibarra, es exigencia permanente: generación de empleo, revitalización turística, salvar Yahuarcocha, vialidad reparada, mercado decente, etc. Si a usted elector le piden juzgar a la administración que termina, ¿qué diría?
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